domingo, 21 de agosto de 2016

UNA REFLEXIÓN DE LA CONCIENCIA



A manera de reflexión
La objeción de conciencia tiene una validez ética en la medida que implica el desenvolvimiento del hombre, es decir que apelando a las capacidades de entendimiento y libertad, puede actuar y desenvolverse en sentido estricto de su naturaleza y su dignidad; significa que en el obrar del hombre crece ética y moralmente de acuerdo a su ley natural.

La objeción expresa su intento de encontrar la identidad de la subjetividad desde la ética y el derecho; del bien y la justicia, sin embargo el hombre actúa con su libertad de su conciencia con él y con los demás, al afirmar su libertad, conocimiento e intencionalidad, se hace capaz de objetar.
Desde el punto de vista de la ley y la justicia, son representadas por el hombre, así que aplicando este mismo actuar ético, estaría cumpliendo la función desde arriba, es decir desde su función de aplicar la ley, y el hombre como sociedad, desde abajo sería ideal para un desarrollo sano y subsistente.
Para obtener una conciencia sana o recta, es importante la formación de valores y el reconocimiento de la dignidad humana, ya que por inclinación natural estamos llamados a hacer el bien y evitar el mal; pero cuando hay una educación limitada o deformada, implica un grave problema social.
Ya lo dice toda la doctrina social de la iglesia, pero en especial en la Encíclica “caritas in veritate”, el ejercicio de la caridad, del amor, en la verdad, la política y ética del actual del cristiano, en particular, se pondría plantear un derecho a la objeción de conciencia.
Existen argumentos para defender la objeción de conciencia que requieren de supuestos antropológicos “fuertes. Es indispensable considerar a las personas como fines y no solo como medios, situarlos en una sociedad que se rijan por ciertos principios de justicia públicamente aceptados, que tengan derechos fundamentales respetados por el estado y que tengan la posibilidad de hacer valer sus convicciones religiosas, morales y políticas.